Este es el caso que te hacen en redes, en tu blog, en tu podcast, en tu publicidad, en tus ofertas, etc. y seguro que no me equivoco mucho.
Plantéate averiguar a qué tipo de gente quieres mandar un mensaje y luego se lo cuentas solo a ellos. En la auditoría de contenidos que hicimos ayer, nos encontramos con nuestro amigo de siempre: el predicador del desierto. Tiene muy buena voluntad, pero su mensaje no le llega a nadie.
Esta parte es la más difícil de todas: hacer que todos tus canales hablen el mismo idioma que tus clientes, comenzando por tu web.
El predicador lanza su mensaje al viento a la espera de que llegue a la persona adecuada. ¿Tú sabes lo caro que es esto en marketing? Que nosotros sepamos, el dinero para difusión no le sobra ni a Coca-Cola.
El caso es que, cuando le contamos esto a la gente y les decimos que nos va a llevar un mes identificar a sus clientes, se quedan asombrados. Otra cara ponen cuando la gente comienza a comprar o a contactarles.
Aunque no lo parezca a priori, para nosotros es sota, caballo y rey. Por eso, quien sabe de negocios, acude a nuestro equipo. El resto son castillos en el aire y gurús milagreros.
Recuerda: cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía.
Si tu negocio quiere dejar de ser el predicador en el desierto, ya sabes dónde estamos.
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